Bienvenido a este blog

Este blog de microfinanzas comenzó a actualizarse el 1 de febrero de 2008 y se cerró el 30 de noviembre de 2015.

martes, 26 de agosto de 2014

La equívoca expresión "inclusión financiera"


(Mundo Microfinanzas) Alguna vez alguien hará un estudio concienzudo sobre cómo la comunidad vinculada al desarrollo ha ido modificando la forma de designar el financiamiento a las poblaciones pobres. Qué criterios lograron imponerse a expensas de cuáles otros, y qué tipo de mediaciones intervinieron, en los pasajes que van de “microcrédito” a “microfinanzas”, y luego de “microfinanzas” a “inclusión financiera”, como prevalece hoy.

Carolina Trivelli
Sucintamente podría decirse que el término “microcrédito” llegaba algo desgastado al promediar la década pasada, cuando Naciones Unidas declaró a 2005 como Año Internacional del Microcrédito y la actividad, cuyas metodologías grupales probadas en Asia se esparcían por los cinco continentes, comenzaba a ganar espacio en la agenda global. Ya entonces había asentimiento en que el término “microfinanzas” era más ajustado a la hora de nombrar una especialidad financiera que, no reducida exclusivamente al crédito, abría a trabajadores informales, empresarios de escasos recursos y colectivos históricamente desplazados como mujeres, jóvenes y comunidades indígenas, una gama de servicios aptos para desahogar en algo las dificultades de su economía cotidiana, generar pequeños activos y, en fin, mejorar las condiciones y perspectivas de vida de las familias más pobres.

Pero el término “microfinanzas” no tardó en evidenciarse como insuficiente para referir a un campo cada vez más transversal y diversificado. Los actores que tradicionalmente habían animado al sector -agencias de cooperación, donantes, banca multilateral, ONGs, IMFs pioneras- comenzaron a entramarse junto a nuevos participantes institucionales, tecnológicos y de la industria de las telecomunicaciones, determinando nuevas acuñaciones y nueva terminología que expresara más cabalmente la creciente sofisticación del sector. En este contexto se instala, por primera vez, la expresión “inclusión financiera”.

La expresión ha tenido singular éxito en condensar la trama compleja de una industria y eso ya es un mérito intrínseco. Vista de cerca, sin embargo, parece menos feliz. El adjetivo restringe la calidad del sustantivo “inclusión” y centraliza lo que debería ser meramente lateral. Más acertado hubiera sido -nos parece- “finanzas inclusivas” o, mejor aún, “finanzas para la inclusión”, sintagma tal vez más inepto para el marketing, más perifrástico, pero decididamente más claro a la hora de señalar a la inclusión como fin absoluto (no matizable, no relativizable) y a las finanzas como un medio para alcanzarlo.

Esta reflexión viene a cuento de una reciente declaración de la economista peruana Carolina Trivelli quien, al presentar una nueva iniciativa de la asociación de bancos peruanos (Asbanc) para la masificación del dinero electrónico, declaró que “no hay inclusión social, sin inclusión financiera”. La ambigüedad de la expresión “inclusión financiera”, creemos, ha permitido que la ex ministra de Desarrollo e Inclusión Social del presidente Humala sostenga un enunciado tan formidable. “Finanzas para la inclusión”, o “Finanzas para el desarrollo”, jamás hubieran habilitado semejante enormidad, pues ambas expresiones son más fieles al ADN social de la industria, que desde este espacio aspiramos a promover.

No dudamos de las buenas intenciones ni de la probada capacidad de la señora Trivelli. Tampoco cuestionamos el proyecto de Asbanc, aunque sí estamos discutiendo lo que parecen ser sus premisas, según se desprende de las declaraciones de la ex ministra. Hubiéramos preferido que sus conocimientos y su experiencia al frente de políticas públicas, ahora al servicio del lobby bancario, informen y nutran en otra dirección una iniciativa que, aunque comercial, está anotada dentro del campo de la inclusión financiera y, en consecuencia, arrastrada por su prerrogativa social.

La inclusión financiera -lo que ahora por éxito pragmático llamamos “inclusión financiera”- sólo se realiza en individuos libres de toda opresión y discriminación económica, social, étnica o de género. Un instrumento financiero accesible a los más pobres, sin macroeconomías que apoyen integralmente a los más pobres con políticas sociales efectivas, está más cerca de generar financiarización que inclusión. Por más que se la adorne con protestas de educación financiera, empoderamiento al consumidor y la mar en coche.

Menos por su presuntuosidad que por su carga potencialmente engañosa respecto a la inclusión financiera, las declaraciones no deberían pasar desapercibidas. ¿De dónde se sigue que no hay inclusión social, sin inclusión financiera?; ¿la afirmación está estableciendo una preeminencia de tipo lógica, causal, temporal…?; ¿debemos pensar entonces, por adyacencia, que no hay educación de la sociedad sin educación financiera?

Trabajar por la inclusión financiera, y así lo entendemos desde este blog, presupone que las finanzas son un instrumento más -importante, fundamental, pero apenas uno más- en el objetivo del desarrollo y de la lucha contra la pobreza. Y no son los bancos comerciales, precisamente, los que mejor han encarnado este objetivo.

Quienes llevan adelante políticas públicas y privadas de inclusión financiera, en países con niveles tan escandalosos de desigualdad como el Perú y América Latina en general, en regiones donde además comienzan a verse algunos progresos sociales junto al crecimiento económico, no deberían fallar en la dirección del camino: no hay inclusión financiera, sin inclusión social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario